Ilustración pérdidas afectivas

PÉRDIDAS AFECTIVAS

Artículos Leyre Curto

El duelo es un proceso dinámico y de duración indeterminada con el que el ser humano ha convivido desde el principio de los tiempos. Una de nuestras características es la capacidad de mantener un vínculo afectivo con las personas que fallecen; es posible que, por este motivo, a lo lago de la historia nos hemos hecho muchas preguntas relacionadas con la muerte.

No obstante, el duelo puede aparecer por otros muchos acontecimientos vitales; por ejemplo, por problemas de salud o pérdidas de autonomía personal, por una separación o divorcio, pérdidas asociadas a un proyecto personal, pérdidas asociadas a los procesos migratorios, etc. En consecuencia, se podría englobar el duelo en todo aquello que suponga una pérdida afectiva significativa.

Muchas personas acuden a terapia por estar viviendo algún tipo de duelo y otras en cambio, aunque no sea el motivo de consulta principal, este tema aparece a lo largo del proceso terapéutico; ya que independientemente de las experiencias vividas, todos tenemos nuestros propios duelos.

Frecuentemente, se relaciona el duelo con la adaptación emocional que sigue a la pérdida, pero abarca otras dimensiones, como lo son, la afectación a nivel física, cognitiva, relacional, conductual, e incluso espiritual. Este proceso nos ayuda a elaborar y transitar por la pérdida, a reconstruirnos a nosotros mismos; para ello, no hay una única forma; todas las emociones que se sienten son totalmente válidas y no hay una forma “correcta” de poder elaborarlo.

El duelo, en la mayoría de los casos, no es un proceso individual e implica a un grupo de personas. Cada cultura, concibe el duelo y la muerte de forma diferente y existen diferentes rituales o hábitos para afrontar este suceso. Este fenómeno, a veces, llega a crear sufrimiento en aquellas personas que no están viviendo el duelo como el resto del grupo y una pérdida que de por sí, causa mucho dolor, se puede vivir con más sufrimiento.

Si te encuentras en un proceso de duelo y necesitas ayuda, te acompañaremos de la forma más empática a atravesar, elaborar, identificar y validar tu pérdida. Especialmente, a volver a la vida con la parte que falta, no sin ella.

Ilustración depresión sonriente

DEPRESIÓN SONRIENTE

Artículo escrito por Matxalen Abasolo

Se define la «depresión sonriente» como un término para designar a una persona que vive con depresión en su fuero interno y se muestra perfectamente feliz o contenta hacia el exterior. Por lo general, su vida pública es normal o incluso algunos la calificarían de idílica.

La depresión sonriente no se reconoce como una condición en el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-5), pero probablemente se diagnosticará como un trastorno depresivo mayor con características atípicas.

El síntoma más distinguido es la tristeza profunda y prolongada. Otros síntomas clásicos incluyen:

? Cambios en el apetito y peso
? Sueño y fatiga
? Sentimientos de desesperanza
? Falta de autoestima y baja autoestima
? Pérdida de interés o placer en hacer cosas que antes sí aportaban felicidad
? Sensación de pesadez y cansancio en brazos y piernas,
? Episodios de irritabilidad o ira
? Susceptibilidad a la crítica y el rechazo…

Alguien con depresión sonriente puede experimentar algunos o todos los aspectos anteriores, pero en público, estos síntomas estarían todos, casi o completamente ausentes.

Para alguien que lo ve desde fuera, una persona con depresión sonriente le podría parecer: una persona activa, alguien que mantiene un trabajo estable, con una vida familiar y social saludable o una persona que parece ser alegre, optimista y generalmente feliz.

? Siente que mostrar signos de depresión sería un signo de debilidad.
? Siente que no tiene depresión en absoluto, porque está «bien»
? Siente que es posible que otros estén peor, así que por qué quejarse.
? Siente que el mundo estaría mejor sin ella o él.

¿Qué puede llevar a esta depresión atípica?

? Estigmas sociales y personales
? Una gran responsabilidad
? Un alto grado de autoexigencia

¿Qué hacer si yo o alguien de mi entorno puede padecer depresión sonriente?

? Reconócelo, valídate
? Habla con alguien de confianza
? Pide ayuda psicológica

Ilustración responsabilidad personal

Responsabilidad personal: adueñarnos con amor

Artículo escrito por Einer Larrabeiti

Hacerme cargo de mis dolores y mis retos es un acto de madurez emocional. Pero lejos de creer que la madurez consiste en saberlo todo y hacerlo bien siempre, la realidad nos demuestra que este término es más bien un actuar con iniciativa sobre nuestra propia vida. En otras palabras, encargarme hasta donde algo sí es mi asunto.


Sin embargo, a veces hay algunas “trampitas” que podemos hacer en nombre de la responsabilidad, y reconocerlos y admitírmelos es signo de salud.


Por una parte tenemos la trampita de la victimización, la que me estanca. Esta se refiere a que cuando damos el primer paso hacia la responsabilidad, es decir, identificamos qué asuntos son míos y me toca gestionar a mi, nos quedamos ahí, en la identificación. Para explicarlo más claramente, un ejemplo sería, detecto que actúo con egocentrismo y ansiedad en algunas situaciones, y utilizo esa información que ahora al menos sí identifico, para excusarme. Incluso para culpar a quien considero que genera esto en mi. No obstante, la parte tranquilizadora de esto, es que no actuamos así ni porque ese sea nuestro tope evolutivo ni por vagancia. La verdad es, que desconocemos todo nuestro potencial y capacidad, y culturalmente no nos han educado para aprender y expandirnos personalmente, sino para corregirnos, quejarnos y encajar. 


En la otra cara de la moneda, encontramos otra trampita: la indiferencia hacia los demás, la que me hace huir.Eso es básicamente, encargarme de lo mío y volverme individual (algo necesario y, a menudo, mal visto) pero llegando a un extremo en el que no cuido al otro. Así es como acabo excusándome también, aunque esta vez bajo “yo lo mío, tú lo tuyo, y no me rectifico ni tengo actos amorosos contigo porque ya me he gestionado y a mi me tiene que importar solo lo mío”. Detrás de este comportamiento se esconde mucho miedo a la intimidad y a relacionarse. Fruto también de una sociedad que históricamente ha retroalimentado mucho la culpa, el juicio y la rivalidad.


Así es que, si damos un paso adelante (en caso de estancarme) y un paso atrás (en caso de huir), podemos encontrarnos en un punto medio. En uno en el que cada unx se encarga de lo suyo, pero sin pasar del otrx y sin hacer seguimiento del proceso del otrx. 


Por último, es importante para mi recordar una última cosa: estamos adueñándonos de nuestras vidas sí, pero no por arreglarnos. Sino por amor a nuestro poder, independencia y relaciones sanas. Volemos.