Ilustración cotidiana agresividad

COTIDIANA AGRESIVIDAD

Artículo escrito por Einer Larrabeiti

Como ya sabemos, la rabia es una emoción natural que no tiene sentido
demonizar o etiquetar como “mala” e “indeseable”. Como con todas las emociones, es
necesario reconocerla y permitirnos sentirla, aunque por supuesto, intentando no entrar
en bucle ni dañar(nos) bajo los efectos de esa (u otra) emoción. En esos casos, no
estaríamos actuando conscientemente ni nos sentiríamos fieles a nuestro ser, sino
esclavxs de un impulso o de alguna creencia.


Es por eso, que he escogido este tema que tan presente está en nuestras vidas: la
agresividad en las pequeñas cosas. Y es que esta conducta o (auto)trato, tiene relación
directa con el estrés, la ansiedad y/o el desánimo que podemos sentir en nuestro día a
día.


A grandes rasgos, la forma en la que (nos) tratamos puede ser agresiva o
amigable. Exigente o amable. Crítica o comprensiva. Brusca o suave. Y como decía, lo
que hoy comparto aquí se basa en el trato agresivo, exigente, crítico o brusco que
podemos observar en nosotrxs y a nuestro alrededor en lo más cotidiano: en cómo
camino, cómo hablo de mi o de alguien más, cómo gesticulo, cómo recojo la casa, cómo
conduzco, cómo cocino, cómo cojo cualquier objeto…


Todo lo que hacemos se siente en el cuerpo. Se siente el buen trato o la
agresividad mínima que empleo, no importa que lo excuse (“es que tenía prisa; me
llamo torpe pero es broma…”). Nuestro interior es literal y escucha todo lo que (me)
dedico, e igual que unx niñx pequeñx o un animal, se queda con la energía e intención
que tenemos, no con las explicaciones racionales con las que nos justificamos después.

Por eso, es muy útil que cada unx identifique qué comportamientos propios siente
tensos para cambiarlos por otros más respetuosos. Porque en realidad, lo que nos hace
falta es (auto)respeto. Ni lazos, ni cojines blanditos, ni frases de ánimo. Lo contrario de
tratar(me) duro es tratar(me) con respeto.


Por supuesto, no podemos olvidar que hoy en día todavía hay muchas personas
en circunstancias de exclusión, de violencia física y sexual, de esclavitud, de guerra, de
tortura, bajo amenazas graves… Y en esas situaciones, es difícil abordar el tema del
autotrato. Porque están lidiando primero con lo más esencial e importante: sobrevivir.
Sin embargo, cuando no estamos cara a cara con el horror, nos falta información
o referencias para saber cómo pasar a vivir, haciéndonos bien.


Para ello, aunque cada persona pueda necesitar un proceso individual y
personalizado, podemos probar cómo nos sientan algunos de estos hábitos sencillos:
caminar despacio (ya que a veces corremos hasta de una habitación a otra), coger el
tenedor o las llaves de manera suave, hablar con sentido y no por llenar silencios, desear
algo bueno a alguien, masticar más y comer poco a poco, acostarnos sin pantallas y con
estímulos tranquilxs…

¿No es así como nos sentaría bien que nos trataran desde fuera,
si no pudiéramos valernos por nosotrxs mismxs?