Artículo escrito por Einer Larrabeiti
Hacerme cargo de mis dolores y mis retos es un acto de madurez emocional. Pero lejos de creer que la madurez consiste en saberlo todo y hacerlo bien siempre, la realidad nos demuestra que este término es más bien un actuar con iniciativa sobre nuestra propia vida. En otras palabras, encargarme hasta donde algo sí es mi asunto.
Sin embargo, a veces hay algunas “trampitas” que podemos hacer en nombre de la responsabilidad, y reconocerlos y admitírmelos es signo de salud.
Por una parte tenemos la trampita de la victimización, la que me estanca. Esta se refiere a que cuando damos el primer paso hacia la responsabilidad, es decir, identificamos qué asuntos son míos y me toca gestionar a mi, nos quedamos ahí, en la identificación. Para explicarlo más claramente, un ejemplo sería, detecto que actúo con egocentrismo y ansiedad en algunas situaciones, y utilizo esa información que ahora al menos sí identifico, para excusarme. Incluso para culpar a quien considero que genera esto en mi. No obstante, la parte tranquilizadora de esto, es que no actuamos así ni porque ese sea nuestro tope evolutivo ni por vagancia. La verdad es, que desconocemos todo nuestro potencial y capacidad, y culturalmente no nos han educado para aprender y expandirnos personalmente, sino para corregirnos, quejarnos y encajar.
En la otra cara de la moneda, encontramos otra trampita: la indiferencia hacia los demás, la que me hace huir.Eso es básicamente, encargarme de lo mío y volverme individual (algo necesario y, a menudo, mal visto) pero llegando a un extremo en el que no cuido al otro. Así es como acabo excusándome también, aunque esta vez bajo “yo lo mío, tú lo tuyo, y no me rectifico ni tengo actos amorosos contigo porque ya me he gestionado y a mi me tiene que importar solo lo mío”. Detrás de este comportamiento se esconde mucho miedo a la intimidad y a relacionarse. Fruto también de una sociedad que históricamente ha retroalimentado mucho la culpa, el juicio y la rivalidad.
Así es que, si damos un paso adelante (en caso de estancarme) y un paso atrás (en caso de huir), podemos encontrarnos en un punto medio. En uno en el que cada unx se encarga de lo suyo, pero sin pasar del otrx y sin hacer seguimiento del proceso del otrx.
Por último, es importante para mi recordar una última cosa: estamos adueñándonos de nuestras vidas sí, pero no por arreglarnos. Sino por amor a nuestro poder, independencia y relaciones sanas. Volemos.