Artículo escrito por Matxalen Abasolo
Trauma de apego
Existe la creencia generalizada de que una persona sufre un trauma cuando ha vivido una experiencia perturbadora, habitualmente inesperada y de elevada intensidad emocional, como un abuso, un accidente, un atentado, una violación, etc.
Sin embargo existen vivencias durante la infancia, incluso en el vientre materno que en sí mismas puede generar un trauma a la persona, un trauma de apego.
Tipos de Trauma
En el caso de Linehan, se habla de:
Trauma T
Cuando el acontecimiento por sí solo puede causar Trastorno por Estrés Postraumático.
Un ejemplo sería la vivencia de una catástrofe, un accidente, un infarto o una agresión.
Trauma t
Son más sutiles, persistentes y relacionados con el apego. Las vivencias impactan sobre las creencias que se tiene de uno mismo, de las otras personas y del mundo. Un buen ejemplo de este tipo de trauma serían las humillaciones.
Por otro lado, P. Levine propone la siguiente clasificación:
Trauma de choque
Cuando se trata de una amenaza repentina que nuestro sistema nervioso central percibe como sobrecargante o mortal.
Trauma evolutivo o de desarrollo
Estos traumas son causados por eventos prolongados en el tiempo que afectan a la seguridad y confianza de la persona, como por ejemplo una negligencia parental o una enfermedad grave.
El trauma y el apego ¿relacionados?
Dependiendo del tipo de apego que haya desarrollado una persona, tendrá su propia forma de manejar los traumas. Si tuvo un apego seguro cuando era niño, desarrollará un patrones de confianza en sí mismo y y en otros, teniendo mayor facilidad para hablar de sus emociones y mejor autorregulación. Tendrá tendencia a manejar y resolver conflictos on ecuanimidad de juicio. Por tanto, un apego seguro fomentará la resiliencia, propiciando que la respuesta traumática probablemente sea de conexión social o descarga.
Los traumas de apego incluyen, negligencia emocional, abuso físico o sexual por parte de un progenitor, presenciar violencia, hospitalizaciones tempranas, pérdida temprana del padre o la madre, rechazo, abandono, presión para el éxito e inversión de roles. Estas experiencias traumáticas de apego van a ser determinantes en la relación con la pareja y en la relación con los hijos. Además se transmiten transgeneracionalmente, no solo como modelos de aprendizaje, sino que también se pueden transmitir en los genes.
El apego ansioso ambivalente de base
Si la persona desarrolló un apego ansioso ambivalente, probablemente genere una dependencia exacerbada hacia los demás, así como una carencia de autonomía, con un comportamiento colérico, vigilante, indefenso y ambivalente, con pasividad en la conducta exploratoria. Para regular el afecto en situaciones traumáticas, probablemente genere conductas de riesgo o de consumo de alcohol.
El apego evitativo de base
Si desarrolló un apego evitativo, su tendencia para afrontar el trauma probablemente sea también evasiva, con miedo al rechazo o a la agresión. Pueden mostrar una actitud condescendiente y de rechazo, cuestionando la competencia o eficacia del terapeuta en consulta. Eso podría dificultar su vinculación e implicación en un proceso terapéutico, así como rechazo, repitiendo el ciclo de rechazos vivido en la infancia.
El apego desorganizado
Finalmente, si adquirió un apego desorganizado en su infancia, al reaccionar a la situación traumática la persona probablemente carezca de estrategias para afrontar el trauma. En ese caso, la persona se muestra hipervigilante y con conductas controladoras, con una búsqueda intensa de proximidad seguida de fuerte evitación. Eso se debe a que este sistema de apego se asocia a cuidados traumáticos, como por ejemplo, un abuso en el cual el cuidador es la fuente de la amenaza. Lleva a la escisión o disociación, a la inversión de roles y a una tendencia excesiva al control.
Consideramos la psicoterapia imprescindible a la hora de trabajar aquellos aspectos de la persona que sean insuficientes o negativos a la hora de concebir relaciones interpersonales y el mundo en sí. Proporcionando herramientas necesarias para llevar a cabo una regulación emocional saludable y necesaria, entre otras muchas cosas.